Que alguna vez fuiste feliz conmigo.

miércoles, 4 de mayo de 2011

Estoy muriéndome. El parásito se ha apoderado lenta e inexorablemente de mis vías respiratorias, de todo mi cuerpo. Cada momento que pasa tengo más dificultades para respirar, y mucho me temo que quizás esté enviando este mensaje mundial con un último aliento. También está presente en mi sangre; la siente sucia y espesa y ya no es capaz de distribuir su riqueza por mi ser. Me muero. Soy el primero que mata pero habrá más, estén seguros. No siempre fue así. Al principio fue una relación de simbiosis: yo le ofrecía alimento y cobijo y el parásito lamía mis heridas manteniendo el equilibrio vital, pero se multiplicó, cambió. He de advertirles. Voy a morir y ya no serviré, buscará a otros. Me llamo Gaia

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